Uno de los m‡s importantes comentaristas del Siglo XV fue Don Itzjak Abarbanel, un hombre sabio y estudioso que, adem‡s de ser un gran erudito en Tor‡, trabaj— como ministro de Finanzas de tres pa’ses. Abarbanel tambin busc— paralelos entre Mishpatim y los Diez Mandamientos. ƒl escribi— que las leyes de esclavitud se vinculan con el mandamiento de ׂNo matar‡s׃: ׂCuando una persona adquiere a un esclavo y lo esclaviza de por vidaֹ eso es como una muerte en vida, ya que la Tor‡ describe al acto de hacer caridad como װvidaױ… entonces, esclavizar a alguien, que es lo opuesto a hacer caridad con otro, debe compararse con matar׃.
La Tor‡, de hecho, considera a la esclavitud como un fen—meno problem‡tico. Respecto al esclavo jud’o, est‡ escrito lo siguiente: ׂPues ellos son mis servidores, a quienes Yo saqu de la tierra de Egipto, y no deben ser vendidos del modo en que un esclavo lo es׃ (Shemot 25:42). Incluso la esclavitud que est‡ permitida en la Tor‡, no es una esclavitud ׂest‡ndar׃. Un esclavo jud’o es s—lo un trabajador contratado a largo plazo, y de ningn modo es la ׂpropiedad׃ de su amo, pues l es un esclavo de D-os. La esclavizaci—n del jud’o no lo deja despojado de sus derechos humanos.
Si vemos las leyes de esclavitud mencionadas en Mishpatim encontramos que ellos intentaron mejorar las condiciones y el estatus del esclavo: un esclavo jud’o era liberado autom‡ticamente luego de seis a–os de esclavitud; e incluso si por voluntad propia eleg’a quedarse en la casa de su amo, de todas maneras era liberado en el a–o 50, el a–o del ׂYovel׃. Una sirvienta jud’a deb’a ser liberada por su amo al alcanzar su adolescencia, a menos que el amo o su hijo se casaran con ella, y entonces ella recib’a todos los derechos legales de una mujer libre; un amo que mataba a un esclavo no-jud’o recib’a pena de muerte; un amo que causaba que su esclavo perdiera un diente o her’a su ojo, deb’a liberar a su esclavo, algo que es un claro contraste con la situaci—n de los esclavos en el mundo antiguo.
En otros fragmentos de la Tor‡ aprendemos halajot adicionales cuyo prop—sito es mejorar las condiciones y el estatus del esclavo. Debemos comprender que en la antigedad la esclavitud era algo que exist’a. En Roma, eran el 30% de la poblaci—n. ?En Esparta cada hombre libre ten’a setenta esclavos! Claramente, cuando hay tantos esclavos, la vida de ellos no se consideraba algo valioso. Las leyes de esclavitud en la Tor‡ no permiten esto. Al ser que todo ser humano fue creado ׂa imagen de D-os׃, una persona nunca puede convertirse en un objeto. La santidad inherente al hombre es preservada incluso cuando sea un esclavo, y esta santidad es lo que ha llevado a la humanidad a adoptar la postura de la Tor‡ y abolir la esclavitud.
Sin embargo, no debemos olvidarnos que en algunos pa’ses del mundo todav’a existe la esclavitud. Segn estimaciones, unas 21 millones de personas todav’a viven en una situaci—n de sometimiento o de trabajos forzados. Esta es la visi—n moderna de la esclavitud y nosotros, que estamos guiados por la luz de la Tor‡, debemos asegurarnos de no ofrecer ningn apoyo, ya sea directo o indirecto, a esta inmoralidad.