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Los pensadores y comentaristas b’blicos han discutido extensamente respecto a la raz—n por la cual est‡ prohibido ingerir sangre. Lo cierto es que esta prohibici—n est‡ escrita en muchos lugares en la Tor‡, y en algunos de ellos se ofrece un motivo: ׂPues el alma de la carne est‡ en la sangre׃ (Vaikr‡ 17:11); ׂPues la sangre es el alma׃ (Debarim 12:23). Los comentaristas que profundizaron en la raz—n detr‡s de la prohibici—n de ingerir sangre deseaban explicar lo que se esconde detr‡s de stos vers’culos.
Intentemos seguir el desarrollo de una de las razones dadas a sta prohibici—n, ayudados por tres comentaristas-pensadores, considerados entre los m‡s grandes sabios del pueblo jud’o. El primero es el Ramb‡n (Rab’ Mosh ben Najman, Najm‡nides), un erudito y kabbalista que fue el rabino de Granada durante el siglo XIII. El segundo es Don Itzjak Abarbanel, un pensador y figura pol’tica que lleg— a ser ministro de finanzas de Portugal y N‡poli en el siglo XV. Y, finalmente, Rab’ Abraham Itzjak Kook, quien fuera el rabino de la tierra de Israel en el siglo XX. Cada uno de ellos articul— su pensamiento en lo relativo a sta prohibici—n, y las palabras conjuntas de los tres demuestran la magnificencia de los aspectos morales en los mandamientos de la Tor‡.
El Ramb‡n le atribuye la raz—n de la prohibici—n de comer sangre a las ra’ces de la historia de la humanidad. En el primer cap’tulo de Bereshit, el que se ocupa de la creaci—n, el hombre ten’a permitido comer s—lo de las plantas, y estaba prohibido para l comer de los animales. Varias generaciones m‡s tarde, N—aj, sus hijos, y el resto de los sobrevivientes del diluvio recibieron el permiso Divino de poder comer animales. El Ramb‡n explica que a pesar de que comer el cuerpo de los animales estuvo permitido, no ocurri— lo mismo con su alma. La sangre simboliza la vitalidad, el alma, por eso ׂAquel que posea un alma, no debe comerse el alma de otro, pues todas las almas pertenecen a D-os׃ (Ramb‡n en Vaikr‡ 17:11).
Abarbanel sigui— los pasos del Ramb‡n y agreg—: Incluso cuando le permitieron comer animales a N—aj y sus hijos, se les prohibi— comer ׂun miembro vivo del animal׃. Un miembro que hubiera sido arrancado de un animal antes de que ste hubiera muerto est‡ prohibido (esta prohibici—n rige no s—lo para el pueblo jud’o, sino tambin para el resto de la humanidad). Esto es porque comer el miembro de un animal vivo expresa desprecio por su vida. Una vez que el animal sea faenado, est‡ permitido comer su carne, pero todo el tiempo en que est vivo debemos respetarlo y considerarlo una criatura viva y no como ׂpotencial comida׃. De aqu’ Abarbanel extrapola y asegura que comer sangre es similar a despreciar la vida del animal: ׂY si una persona come la carne y la sangre, es como si estuviera comindose el miembro de un animal vivo, similar a comerse un animal vivo, con su alma, algo que es absolutamente desagradable׃ (Abarbanel en su comentario a Debarim 12).
El rav Kook se sum— a sus predecesores y agreg— una visi—n m‡s contemplativa. Segn su opini—n, en un mundo perfecto los humanos ser’an vegetarianos y existir’a una relaci—n pac’fica entre humanos y animales. Pero la realidad no es perfecta, y en consecuencia el Juda’smo permite comer carne. Sin embargo, comportarse en una situaci—n imperfecta como si sta fuera en verdad la ideal presenta un peligro para la moralidad humana. Por el contrario, dice el rav Kook, la humanidad no deber’a acostumbrarse y considerar que la situaci—n en la que vivimos es la ideal. Incluso en una poca en la que comer carne est‡ permitido, la humanidad debe recordar que sto no es una ventaja, sino todo lo contrario, una falta de perfecci—n. Segn sta aproximaci—n, ׂla severa prohibici—n de ingerir sangre nos hace conscientes de que derramar sangre no es una virtud moral del ser humano׃ (Rav Kook, Una visi—n sobre el vegetarianismo y la paz, 14).
Uno no tiene que ser vegetariano para poder identificarse con el principio b‡sico de que derramar sangre no es una virtud moral. La prohibici—n de comer sangre nos obliga a contenernos y mostrar respeto por cualquier ser vivo, al evitar ingerir la parte que simboliza su alma y su vida.